Cómo escribir relatos policíacos de G.K. Chesterton

Volumen curioso el que tengo ahora mismo en mis manos publicado por Acantilado. Se llama Cómo escribir relatos policíacos y su autor es G.K. Chesterton.

Gilbert Keith Chesterton fue un escritor inglés y que alcanzó cierta popularidad gracias al personaje de ficción Padre Brown que creó para protagonizar unas historias cortas con tintes detectivescos. No como ahora que el público se conforma con series como Física o Química y así nos luce el pelo. Se le suele llamar "el príncipe de las paradojas" por su afilado estilo a la hora de definir la realidad en pequeñas dentelladas. Algunos le llamarán el príncipe de Zamunda pero están equivocados. Ni era negro ni se arrastraba por las pantallas de televisión. De hecho, este era su lozana imagen en la madurez:

Este hombre con aspecto de profesor de matemáticas despistado y accionista de sangría Don Simón era mucho más perspicaz de lo puedas imaginar. Es más, en su extensa trayectoria se le atribuyen multitud de afortunadas frases y que le concedieron su famoso apodo:

- El periodismo consiste esencialmente en decir 'lord Jones ha muerto' a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo. 

- Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista; pero una mala nos dice la verdad sobre su autor. 

- La respuesta a cualquiera que hable de "exceso de población" es preguntarle si él mismo es parte de ese exceso de población, o si no lo es, cómo sabe que no lo es.

Agudas, ¿eh? Y pongo tres como podría poner trescientas...

Y de esa cabeza ha salido esta recopilación de hilarantes ensayos sobre el género policíaco donde mete en la casa de locos a Edgar Allan Poe, Charles Dickens, Arthur Conan Doyle y varias personalidades célebres más.

Así que Cómo escribir relatos policíacos es un manual imprescindible para la gente que como él disfruta de este género de una manera divertida e inteligente. Una delicatessen para nuestra mente. Y, por supuesto, todo lo contrario a cualquier película de Julio Medem que habitualmente nos hunde en su anodino tedio. Tedio elitista, claro está.