Normalmente te presentas en la sala con ganas de ver a actuar al grupo por el cual has pagado la entrada, así que los teloneros de turno te importan muy poquito. Más bien te agobian. Pero la gracia de todo esto es que muchas veces te llevas una grata sorpresa.
Ese fue el caso de Biffy Clyro (nunca estoy seguro de escribirlo bien aunque seguro que esta vez he acertado). Una banda de tres amigos de Escocia que saben muy bien como entretener al respetable. Yo me lo pasé pipa.
Al principio, me chocó ver que había cierto sector del público que se sabían las canciones así que mi primer pensamiento fue considerar que se trataba de una formación española. Soy así de simple que le vamos a hacer. Poco más tarde, la manera de tocar, la presencia en el escenario, la profesionalidad y sobre todo la actitud dejaban muy claro que mis suposiciones eran erróneas. No existe esa actitud en el panorama nacional de rock.
Lo que más me cautivó fue que a ellos se les veía extraordinariamente a gusto allí arriba y eso te contagiaba. Te daban ganas de botar y unirte a la fiesta. Me cautivaron de principio a fin. No hay duda que la próxima vez que vengan de gira por la ciudad me acercaré a verlos. Fue un delicioso placer y no quiero desaprovechar la oportunidad de revivirlo nuevamente.
Biffy Clyro, simplemente espléndidos.
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