Debemos reconocerlo, Trent Reznor, es una persona inquieta. Un tipo que es capaz de tocar el piano, la guitarra, el bajo, el saxofón, la tuba, la batería, el teclado, la pandereta, hacer un uso perfecto de los sintetizadores y añadir su propia voz a sus temas... tiene un don compositivo especial.
Empezó las prácticas de piano con 5 añitos y hay que ver hasta donde ha llegado. No ha parado ni para coger carrerilla. Desafortunadamente, desde su más tierna infancia experimentó el rechazo de sus compañeros de colegio y particularmente de las chicas. Eso lo hizo aislarse del resto y buscarse otras distracciones. En cierto sentido, ahí encaminó sus pasos hacía una nueva vida.
Después de verse envuelto en diversos proyectos y ya siendo un joven de 22 años, funda Nine Inch Nails (NIN) como único miembro oficial de la banda y reclutando a otros músicos de la zona para actuaciones esporádicas.
El éxito de masas le alcanzó tras publicar -la que se considera- su obra maestra The Downward Spiral en 1994. En los 5 años posteriores a ese trabajo luchó contra una depresión clínica, desorden de ansiedad social, su alcoholismo y su adicción a la heroína hasta el punto de considerar suicidarse durante ese periodo.
Por suerte, seguimos contando con él en el mundo de los mortales. Y es más, en 2008 ha acelerado su actividad, incorporando dos nuevos discos Ghosts I-IV y The Slip a su imperecedera carrera. Ambos sin necesidad de la distribución de una discográfica y subiéndolos él mismo directamente a la extensa red de Internet.
Sus directos son una pasada. Un evento irresistible. Posiblemente facturando los espectáculos visuales más maravillosos creados nunca para un concierto. A dios pongo por testigo que volveré a verle en su próxima gira...
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